En Veracruz hay un callejón que va de la avenida 5 de Mayo a Madero, el cual se encuentra entre Juárez y Lerdo del centro de la ciudad.
Actualmente este callejón lleva el nombre de un héroe veracruzano de ascendencia alemana que en Veracruz defendió la soberanía nacional contra la invasión de 1846, Sebastián Holtzinguer.
El director del Museo de la Ciudad, Ricardo Cañas Montalvo, cuenta la leyenda que le dio nombre a este callejón en la antigüedad.
En aquellos años, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, lo que hoy es la avenida 5 de mayo se conocía como la avenida de Las Damas, en esa época las noches eran muy oscuras y apenas había algunas lámparas en la ciudad amurallada.
En esa época había llegado don Luis Vázquez de Guzmán, un español aventurero, jugador, mujeriego, todo un Don Juan.
La ciudad se iba a dormir muy temprano y él quería encontrar algún lugar de fiesta, por lo que caminaba por la avenida de Las Damas, en eso notó que una mujer muy elegante caminaba presurosa de sur a norte, comenzó a seguirla y trató de engalanarla con varios piropos.
Apresuraba el paso e intentaba acercarse a ella, pero parecía que entra más rápido caminaba más se alejaba.
Al pretenderla, el español le decía que la cuidaría y la protegería, pero ella no volteaba. No se divisaba su rostro cubierto por un misterioso velo, el perfume que ella emitía lo embriagaba de pasión.
Llegó al callejón y dobló hacia la izquierda, entonces él corrió hacia ella porque notó que se detuvo, ahí aprovechó el momento para acercarse a ella y hablarle.
Al estar cerca de ella, le toma la mano y empezó a sentir que era una mano huesuda y el hermoso perfume que percibía se convierte en un espantoso hedor a putrefacción.
Cuándo la dama voltea se quita el velo, le da un beso y él se da cuenta que era la muerte.
Luis Vázquez de Guzmán corrió despavorido y gritó "¡Líbranos señor!", al salir del callejón iba pasando por ahí el "sereno" como se conocía a los vigilantes de esos tiempos y le contó lo que le había sucedido, en ese momento se desplomó y murió en el lugar.
Al siguiente día el cura vicario de la ciudad de Veracruz acudió al callejón a bendecirlo y contaba que no era la primera ocasión que había ocurrido esa historia.
Luego de este episodio, colocaron una placa y desde entonces toda persona que pasaba por ahí, se santiguaba y leía el letrero que decía "Líbranos Señor de todo mal”.