¿Sucederá de nuevo en septiembre? Mitos y creencias detrás de los sismos, según UNAM

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La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recordó que tras el terremoto del 19 de septiembre de 1985, contribuyó de cierta forma a fortalecer mitos y creencias en torno a los sismos y las causas que los propician.

En el mismo boletín, la máxima casa de estudios del país afirmó que los sismos, son sucesos que se producen a decenas de kilómetros de profundidad por debajo de la tierra, y realmente el efecto del calor, del frío o de la lluvia no inciden para generar algún movimiento telúrico.

A continuación el comunicado: 

El jueves 19 de septiembre de 1985, además de la gran tragedia y la muy lamentable pérdida de vidas y de los daños materiales que ocasionó, también contribuyó de cierta forma a fortalecer mitos y creencias en torno a los sismos y las causas que los propician, ideas no fundamentadas científicamente y transmitidas de boca en boca durante generaciones, desde hace cuatro décadas, las cuales, en México, toman fuerza durante el noveno mes del año.

Según la vox populli, tradicional, ahora mayormente esparcida por medios digitales, algunas situaciones sin que la ciencia les dé sustento derivan presuntamente en movimientos telúricos, como: la entonación en las fiestas patrias del fragmento “y retiemble en sus centros las Tierra…”; el ascendente calor; la temporada de lluvias; hasta una presunta “ley de atracción” o cómo el poder del pensamiento atrae esos acontecimientos.

Al respecto, el investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, Raúl Valenzuela Wong, afirma en entrevista:

Son sucesos que se producen a decenas de kilómetros de profundidad por debajo de la tierra, y realmente el efecto del calor, del frío o de la lluvia no inciden para generar algún movimiento telúrico.

 Otras de las creencias en México es que son producto de un “castigo divino”, o quizá de los continuos simulacros con los que se ha fortalecido la cultura de la protección civil; o más aún, que existen “señales de predicción” como “nubes aborregadas”, cielo rojo, o la conducta en ciertos animales como los perros domésticos.  

El glosario popular ha nombrado a dicho mes como “septiemble”, quizá por una presunta recurrencia del fenómeno tectónico, algo que desmiente Valenzuela Wong.

Tal vez esté justificado asociar septiembre con la ocurrencia de esos acontecimientos. Sin embargo, es importante mencionar también que la Ciudad de México y el país son zonas sísmicamente activas, y la posibilidad de que acontezca uno importante está presente en cualquier momento, y no limitada a determinado mes, independientemente de los numerosos ejemplos recientes que podamos tener en dicho periodo, precisa.

La era digital trajo consigo el reforzamiento de ciertas creencias alejadas del rigor científico, como las predicciones viralizadas de una o un “vidente”; o la presunta periodicidad que indica que cada 30 años sucede un terremoto. Claramente, alerta el especialista en Sismología, a los temblores ocurridos en septiembre en los últimos 40 años, la gente asocia al mes con estos acontecimientos naturales.

Sin embargo, es importante mencionar que otros significativos -no tanto por la destrucción o los decesos ocasionados- se presentaron en febrero de 2018, junio de 2020, incluso de magnitud 7 o más, acota el universitario.

Valenzuela Wong recuerda que si nos remitimos a la historia encontraremos que el denominado “sismo del Ángel”, aquel que derribó parte de la columna de la Independencia en 1957, fue en julio; hubo otro en marzo de 1979, que algunos han llamado el “sismo de la Ibero” porque en ese entonces la Universidad Iberoamericana estaba construida en la colonia Campestre Churubusco.

En la actualidad, dice el investigador, tenemos mediciones con GPS, si las realizáramos en los lugares adecuados, contáramos con suficientes instrumentos de este tipo y tuviéramos estos datos disponibles en tiempo real y monitorearlos de manera continua, probablemente nos pudieran permitir realizar un pronóstico, que no hemos podido lograr. Sin embargo, no deja de ser un fenómeno complejo y difícil de estudiar.

Información confiable

Sobre la creencia popular de que animales como los perros podrían predecir o alertar sobre un movimiento telúrico, el titular de la Unidad de Búsqueda y Rescate K9 de la UNAM, Julio Velázquez Rodríguez, explica:

Existen estudios que aseguran tienen ese aspecto sensorial -que no creo que sea mágico-, lo cual forma parte de su sensibilidad auditiva mediante la que perciben el proceso del movimiento de la Tierra, pero me parece que, de manera limitada; es decir, no creo que haya demasiada posibilidad de que lo hagan con antelación. Son características que todavía no se exploran con mayor rigor científico, manifiesta.

Julio Velázquez relata que inició su cercanía con los cuadrúpedos hace 40 años, en la modalidad de estructura o de conformación, las cuales muestran su belleza, o sea su conducta y estética; a partir de 1996 realiza trabajos de rescate en la UNAM.

Comparte que otra de las creencias que han permeado es que cualquier perro puede desempeñarse como K9. Esto se debe al deseo de ayuda. Para ello se tiene que efectuar una selección, es decir, generar un tema de bienestar a futuro y de algún modo garantizar que se elija bajo el ámbito zootécnico, porque hay algunos que son más aptos para cuidado de personas, entre otras tareas.

El universitario, quien forma parte de la IRO (International Search and Rescue Dog Organisation) -representación mundial de más de 120 organizaciones nacionales de ejemplares de rescate de 43 países- asegura que el perro buscador puede ser ese canal de comunicación con la sociedad para sensibilizarla en su cuidado.

 De acuerdo con el experto, entre más información precisa tengamos, menos mitos y creencias habrá, y argumenta:

“Tenemos arraigada esa costumbre de pensar en situaciones esotéricas, o de creencias populares, esto no es benéfico para la sociedad ni para una adecuada preparación ante un sismo. La prevención no solamente tiene que venir de las estructuras de institucionales o de gobierno, sino de manera personal”.

 

Fuente y foto: UNAM 

Editor: Javier Domínguez
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