Opinión

Tecnócrata y neoliberal

Por Juan José Rodríguez Prats

El Presidente, que se definió de izquierda, condenado por la ley del péndulo, permitió el arribo de la extrema derecha


No hay nada rescatable del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero lo peor está por venir. Su sucesora va a gobernar como tecnócrata y siguiendo a pie juntillas políticas neoliberales. Ironías del destino. El Presidente, que se definió de izquierda, condenado por la ley del péndulo, permitió el arribo de la extrema derecha. El que se ostentó como profundamente nacionalista, deja el país con el más alto riesgo de vulnerabilidad a su soberanía y con buena parte de su territorio con una total ausencia del Estado de derecho.

Las opciones de la virtual Presidenta electa, a mi juicio, son cuatro.

1. Ser sumisa, con un problema. El narcisismo de López Obrador no tiene llenadera. No tan sólo quiere que ella le obedezca, sino además que el pueblo de México lo perciba. La política del sector de energía no permite la continuidad de una suicida actitud nacionalista-estatista. El rompimiento es inminente. No es lo mismo ofrecer en campaña que cumplir desde el poder. No hay margen de maniobra. Tenía razón un connotado funcionario del sector: “Lo nuestro no son los números”. No hay ningún indicador que se pueda presumir como un logro. Reconstruir la mínima viabilidad de las empresas es prioritario. Nuestra dependencia del vecino país del norte es absoluta.

2. Sustentar un liderazgo propio. Los políticos tenemos una enorme capacidad para creernos nuestras propias mentiras. Nadie hubiera pensado en Claudia Sheinbaum como Presidenta por sus propios méritos. Tampoco se puede afirmar que los votos obtenidos en la elección le dan legitimidad. Cada vez es más evidente que acaso una escasa proporción corresponde a convicciones ciudadanas. La realidad, tarde o temprano, habrá de desnudar la más burda farsa de nuestra turbulenta historia para ser una democracia con Estado de derecho. Por lo antes dicho, descarto que pudiera repetir la hazaña de Lázaro Cárdenas al expulsar a Plutarco Elías Calles, para consolidar la institucionalización del poder presidencial.

3. Apoyarse en los partidos que la llevaron al poder. Tampoco lo veo factible. Como bien lo dijo Roger Bartra, son “ramilletes de tribus”, unidos solamente por sus desbordadas ambiciones. Más pronto que tarde, la Cuarta Transformación, el segundo piso y el humanismo mexicano serán paparruchadas a las que nadie les dará credibilidad. Pasarán a ser parte del enorme cementerio del ideario mexicano, plagado de ocurrencias, ilusiones, demagogia e imaginación calenturienta.

4. Ser tecnócrata y neoliberal. Lo estamos viendo, no me refiero a la designación de expertos, lo cual corresponde a una buena administración pública, sino a operadores eficaces que den resultados. Omar García Harfuch, siguiendo la tradición familiar, para que disminuya la violencia; Marcelo Ebrard, perteneciente a la escuela de la “concertacesión”, negocia nuestra integración económica, aprovechando la oportunidad de la nueva geopolítica. Lo vimos en el rostro de la candidata electa, rodeada de los “muchachones” del poder económico. Por primera vez no la vi tensa ni afligida, se sentía en su ambiente. A los señores del dinero, que llegaron a ser parte de la Marea Rosa, se les notaba tranquilos. Ahora se exhiben las cifras, consecuencia de la economía neoliberal, como grandes logros del actual gobierno. Somos un país surrealista.

Hay otros actores. El pueblo confiando en que haya recursos para los programas sociales. La oposición en espera de líderes no tan ineptos ni tan deshonestos como los actuales, apostando a darle continuidad al liderazgo de una heroína como Xóchitl Gálvez.

Se me olvidaba, López Obrador en su finca, escribiendo libros que nadie lee. Quienes lo hacen, pronto olvidan lo que leyeron porque no dicen nada. Muriendo de tedio cada mañana, sale a su huerta y da su mañanera. Los espectadores, vegetales y minerales, lo escuchan atentos.

Don Porfirio, orgulloso: “Mucha administración y poca política”.

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