El evangelio de este domingo (Mc 4, 35-41) nos narra el milagro de la tempestad calmada. Al caer la tarde, Jesús invita a sus discípulos a atravesar el lago de Galilea. Durante la travesía se desata una tormenta que amenaza la existencia de los discípulos. Ellos piden la ayuda del maestro y este interviene y todo vuelve a la normalidad.
Debemos recordar que uno de los propósitos que el evangelista San Marcos tiene en su obra es hablarnos de la identidad de Jesús. Por ello luego de una serie de parábolas donde nos presenta a Jesús como un maestro y como el que instaura el reino de Dios, nos cuenta también varios milagros, uno de ellos es el que escucharemos este domingo, el de la tempestad calmada donde Jesús se presenta como Señor de la naturaleza.
El milagro de la tempestad calmada, nos permite hacer tres reflexiones, una de tipo cristológico, otra de tipo eclesial y una tercera de tipo existencial.
Desde el punto de vista Cristológico, el milagro nos habla de la Identidad de Jesús. De hecho los discípulos se preguntan al final de la tormenta ¿quién es este que hasta el viento y el mar obedecen? La narración nos dice que es Jesús, el hijo de Dios. Sólo Él es capaz de tener dominio sobre la naturaleza porque él es el creador de ella. Así lo repite la Sagrada Escritura en varios pasajes. Él ha creado los mares y los ríos… todo ha salido de su manos. Por lo tanto Jesús es Dios creador de la naturaleza por eso puede dominarla como nos cuenta el evangelio. Junto con esta respuesta existen algunas otras. Por ejemplo él responde cuando se le necesita, por eso hay que acudir a él. Jesús está presente en los diferentes momentos de prueba, basta invocarlo. Hay que confiar en Jesús porque él nos salva de los peligros.
La reflexión eclesial surge de la imagen de la barca que atraviesa el lago de Galilea. Seguramente en este relato, el evangelista San Marcos tenía en mente la comunidad de los primeros cristianos. La Iglesia de los orígenes con sus dificultades, las resistencias que encontraban en la obra evangelizadora, las diferentes persecuciones que podían dar la sensación de haber sido abandonados y de ir a la deriva. Esta imagen es la que proyectan el viento y las olas que golpean la barca; el agua que amenaza con destruir a los discípulos y el miedo que experimentan. Al grado de hacer hasta un reclamo a Jesús: ¿no te importa que perezcamos? El relato bíblico enseña que Jesús está en la barca y que viaja con la Iglesia, camina con ella. La Iglesia puede atravesar el mar y llegar a la otra orilla porque tiene de su parte a Jesús. Cuando la Iglesia llama a su maestro él interviene para salvarla. La Iglesia debe confiar siempre en Jesús.
Por último, una reflexión de tipo existencial. En la vida hay momentos difíciles que pueden aterrorizar a cualquiera porque se experimenta de cerca el peligro y uno se puede llenar de miedo. Hay momentos personales donde se experimenta el silencio de Dios o como si Dios estuviera ausente. Hay situaciones de la vida donde se experimenta como si Dios estuviera durmiendo. Como si estuviera ausente de nuestra vida y lejano de nuestros problemas. El evangelista san Marcos, nos ayuda a comprender que esas impresiones no tienen fundamento. Dios no nos deja perecer, no se complace en nuestra muerte. Dios está siempre a nuestro lado y camina con nosotros. Basta creer en él, confiarse en él y pedir su ayuda. Dios responderá siempre a nuestro llamado.