Aunque México logró evitar una recesión técnica, la situación económica sigue siendo frágil y no hay motivos para celebrar, advirtió Ramón Ortega, integrante de la Asociación Nacional de Fiscalistas.
De acuerdo con el especialista, el país atraviesa una etapa clara de desaceleración económica y enfrenta riesgos tanto internos como externos que podrían afectar su desempeño en los próximos meses.
“La recesión se define como dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo, y eso se logró esquivar por un margen muy ajustado”, explicó Ortega. Refirió que el dato más reciente del INEGI reportó un crecimiento del PIB de apenas 0.2% trimestral, lo cual evita, por ahora, caer en recesión técnica. Sin embargo, subrayó que el crecimiento es mínimo y no representa una mejora sustancial.
Tres instituciones, entre ellas la agencia calificadora HR Ratings, han confirmado que México no ha entrado formalmente en recesión. No obstante, Ortega apuntó que persisten factores de riesgo como tensiones geopolíticas, el posible establecimiento de aranceles, la incertidumbre interna en torno a la gobernanza y el impacto que podría tener una reforma judicial en la confianza de los inversionistas.
Además, el comité auspiciado por el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) ha indicado que para evaluar una recesión no basta considerar dos trimestres en negativo, sino que también deben analizarse la duración, difusión y profundidad del estancamiento económico. “Hoy no hay elementos para afirmar que estamos en recesión, pero sí hay una clara contracción”, puntualizó el fiscalista.
Ortega advirtió que el panorama para la segunda mitad del año se prevé complejo, sobre todo tras las elecciones, cuando podría intensificarse la contracción debido a la incertidumbre política y económica. La inflación reciente ha sorprendido al alza, y aunque el Banco de México ha comenzado a reducir la tasa de interés, esta medida podría incentivar el endeudamiento de las familias y no necesariamente el crecimiento económico.
Respecto al impacto en los hogares, Ortega alertó que los efectos de la desaceleración ya se sienten en el bolsillo de la población: menor poder adquisitivo, aumento en precios —especialmente en alimentos— y riesgo de mayor desempleo. “Estamos entrando en un escenario de estanflación: estancamiento económico con inflación alta”, comentó.
En materia fiscal, el especialista reiteró la necesidad de una reforma integral que no sólo enfoque en crear nuevos impuestos, sino en optimizar el gasto público, distribuir mejor los recursos federales y fomentar que estados y municipios generen ingresos propios. Actualmente, la mayoría de las entidades federativas apenas recaudan el 10% de sus ingresos.
También se pronunció por incentivar la generación de empleo mediante estímulos fiscales y revisar cargas laborales que dificultan la contratación, como el impuesto a la nómina y la no deducibilidad total de esta en el ISR. “No se trata solo de cobrar más, sino de construir un sistema fiscal que promueva la inversión y la estabilidad laboral”, subrayó.
Finalmente, Ramón Ortega recomendó a la población ser cautelosa con el crédito, elaborar presupuestos personales y destinar recursos a necesidades prioritarias, sobre todo en un entorno económico tan incierto como el actual.