Violencia y abandono institucional marcan la lucha de madres buscadoras: Araceli Salcedo

Imagen Violencia y abandono institucional marcan la lucha de madres buscadoras: Araceli Salcedo

La lucha de las madres buscadoras en México continúa marcada por la violencia, la impunidad y el abandono institucional. Para muchas, buscar a un hijo o hija desaparecida se ha convertido en una sentencia de vida o muerte.

Araceli Salcedo Jiménez, directora del Colectivo Familias Desaparecidos Orizaba-Córdoba (FDOC), denunció que estas mujeres, además del profundo dolor que implica la desaparición de un ser querido, enfrentan amenazas, persecución y hasta la muerte.

“Muchas compañeras han sido asesinadas, desaparecidas y localizadas en fosas clandestinas. Es lamentable que por buscar a un hijo tengamos que pasar por la misma suerte que ellos. He visto madres morir violentamente, otras por enfermedad causada por el dolor. Pero todas, siempre, se van con su hijo en el corazón”, expresó conmovida.

La activista señaló que la situación se ha recrudecido en estados como Jalisco, Guanajuato, Sinaloa, Morelos y recientemente en Veracruz.

En Poza Rica, un padre buscador fue asesinado, otro desaparecido, y también se reportó la desaparición de una joven integrante de un colectivo.

“No es la primera vez que somos señaladas por autoridades o por la sociedad. Aun así, la resiliencia de una madre no tiene límites. Siempre he dicho que las madres buscadoras existimos, resistimos y persistimos. Y así seguiremos”, enfatizó.

De acuerdo con cifras oficiales, en México hay más de 120 mil personas desaparecidas, aunque el número real podría ser mucho mayor, debido al subregistro provocado por el miedo a denunciar.

Araceli Salcedo emprendió su lucha hace casi 13 años, cuando su hija Fernanda Rubí desapareció el 7 de septiembre de 2012 en Orizaba, a los 21 años. A pesar del desgaste físico y emocional, sostiene que el amor por su hija la mantiene firme: “Los años pegan, la tristeza enferma, pero el amor por mi hija no se desgasta”.

Actualmente participa en la prospección de un terreno —cuyo lugar se mantiene en secreto por razones de seguridad— donde desde hace mes y medio trabajan diariamente.

La maleza rebasa los dos metros de altura, lo que hace del trabajo una labor titánica. Sin embargo, los hallazgos alimentan la esperanza.

“Tal vez no es mi hija, pero es el hijo de alguna compañera. Y con su identificación, alguien podrá volver a casa de forma digna. Eso le dará algo de paz a una familia”, concluyó.

 

Fuente y foto: AVC

Editor: Javier Domínguez
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